Cuando Lorena nació, decidí amamantarla. Pero lloraba muchísimo. Siempre estaba irritable y despierta. Estábamos muy preocupados de que le estuviera pasando algo serio. Después de meses de noches sin dormir y de incontables visitas al doctor, le diagnosticaron alergia a la proteína de la leche de vaca. Aunque nos tranquilizó que no fuera algo más grave, fue una época muy emocional. Tuve que dejar de amamantarla y cambié su alimentación a una fórmula especializada.
Después de aproximadamente 5 días, supe que había tomado la decisión correcta. Llamé a su doctor y le dije “No sé qué está pasando, pero Lorena ya está durmiendo en las noches”. Él me dijo “Sí…eso es lo normal en una niña de su edad”. Estábamos felices.
La prevalencia global de las alergias está en constante aumento, con alrededor del 30-40% de la población mundial afectada por una o más condiciones alérgicas1.2. La alergia a la leche de vaca es una de las más comunes en la niñez, afectando al 5% de los infantes y niños hasta los 3 años. Más allá de los síntomas clínicos, las alergias pueden tener un fuerte y significativo impacto en la calidad de vida de los pacientes y sus familias, además de la carga económica sostenida que representan para los sistemas de salud 4-7.
La alergia a la leche de vaca afecta a alrededor de 2-5% de los niños globalmente.8
La leche materna asegura que un infante reciba la mejor nutrición posible para un crecimiento y desarrollo sano. También apoya el desarrollo de su sistema inmune, aportando importantes anticuerpos y otras sustancias que lo refuerzan y que le transfieren, al pequeño, inmunidad pasiva para protegerlo de muchas enfermedades (gastrointestinales y respiratorias).
La alergia a la leche de vaca es la alergia alimenticia más común en las primeras etapas de la niñez, afectando a entre 2% y 5% de los infantes. Cuando un niño tiene esta alergia, su sistema inmune reacciona de manera exagerada a una o más proteínas contenidas en la leche de vaca. Su sistema inmune reconoce estas proteínas como dañinas y para protegerse, secreta sustancias naturales de defensa, como las histaminas, que causan los síntomas alérgicos en el infante.
Una reacción alérgica frecuentemente es el primer signo de que algo no está funcionando bien con el sistema inmune, por lo que es muy importante investigar las maneras de reducir el riesgo de desarrollar alergia a la leche de vaca o de manejarla si ya ha sido diagnosticada, a través del soporte nutricional indicado. Poder ofrecer este soporte nutricional para el sistema digestivo e inmune del niño es muy importante para su crecimiento y desarrollo.
Aunque la leche materna es la mejor opción, una minoría de los infantes con alergia a la leche de vaca que son especialmente sensibles pueden tener reacciones alérgicas. Esto no significa que sean alérgicos a la leche materna en sí, sino a las cantidades pequeñas de la proteína de la leche de vaca que se transfiere de la mamá al niño a través de la leche materna. En estos casos, la alergia a la leche de vaca puede ser manejada exitosamente eliminando los productos lácteos de la dieta de la madre. Si ella siente que esto no es posible o decide no continuar amamantando, un profesional de la salud podría sugerir que el bebé empiece a consumir una fórmula “hipoalergénica” especializada.
La lactancia materna es la mejor forma de nutrición para los bebés y brinda muchos beneficios a los bebés y las madres. La decisión de no amamantar puede ser difícil de revertir y se deben considerar las implicaciones financieras. Se deben seguir cuidadosamente todas las instrucciones de preparación y alimentación de los productos, debido a que un uso o preparación inadecuada podría provocar riesgos para la salud de quien lo consume. Consulte siempre con el profesional de la salud para obtener consejos y tomar una decisión informada sobre la alimentación de su bebé y/o niño. Utilice siempre los productos bajo recomendación y supervisión de un profesional de la salud.
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